martes, 2 de noviembre de 2010

Lluvia


Las chicharras por fin eran felices. De seguro bailaban en los árboles. Las plantas húmedas y placenteras por el agua que corría por sus cuerpos. Llovía.

Dos niños iban caminando bajo las gotitas que caían diagonalmente, pisoteando los charquitos en las banquetas esperando mojar el uno al otro.

El niño de ojos claros piensa: "Los sueños caen en forma de agua, porque fluyen de manera natural. Son transparentes, porque se dejan ver por su verdadera esencia, sin embargo, algunas gotas son sueños olvidados, cuya ruptura cuando cae al piso, desprende inspiración a aquellos que lloran en sus ventanas mientras ven el paisaje nublado empañar los vidrios."

La niña del vestido azul piensa: "El agua baña mi ser; limpia lo impuro de mi alma. Deja que vea mi aura reflejada en cada gota que se rompe en un segundo, y luego todo vuelve a comenzar. Se puede decir que es un eterno baño que me limpia de todo lo que no soy."

Pero ninguno hablaba. Todo sucedía en sus cabezas.

La lluvia hace que imaginemos en silencio, que escribamos en silencio. Muchas veces, las ideas llegan en una corriente fluida que nos regala la naturaleza en una tarde lluviosa.

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