martes, 16 de noviembre de 2010
Heterónimo
viernes, 5 de noviembre de 2010
A Él
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Ojos de fuego
martes, 2 de noviembre de 2010
3 Derechos.
2. Los amantes tendrán derecho a demostrar su amor en lugares públicos, así como en lugares sagrados.
3. Tendrán derecho, todos los que quieran, a cambiarse el nombre, sin importar el lugar de origen, pronunciación o burla hacia algún personaje (sean políticos, religiosos o extranjeros).
Lluvia
Las chicharras por fin eran felices. De seguro bailaban en los árboles. Las plantas húmedas y placenteras por el agua que corría por sus cuerpos. Llovía.
Dos niños iban caminando bajo las gotitas que caían diagonalmente, pisoteando los charquitos en las banquetas esperando mojar el uno al otro.
El niño de ojos claros piensa: "Los sueños caen en forma de agua, porque fluyen de manera natural. Son transparentes, porque se dejan ver por su verdadera esencia, sin embargo, algunas gotas son sueños olvidados, cuya ruptura cuando cae al piso, desprende inspiración a aquellos que lloran en sus ventanas mientras ven el paisaje nublado empañar los vidrios."
La niña del vestido azul piensa: "El agua baña mi ser; limpia lo impuro de mi alma. Deja que vea mi aura reflejada en cada gota que se rompe en un segundo, y luego todo vuelve a comenzar. Se puede decir que es un eterno baño que me limpia de todo lo que no soy."
Pero ninguno hablaba. Todo sucedía en sus cabezas.
La lluvia hace que imaginemos en silencio, que escribamos en silencio. Muchas veces, las ideas llegan en una corriente fluida que nos regala la naturaleza en una tarde lluviosa.
domingo, 31 de octubre de 2010
No soy nada - "La Tumba" José Agustín
No soy nada y soy eterno
eterna impotencia oscura.
Voz que se pierde en susurro
alma que almas enluta.
Ojos áridos sin luz,
ojos de obra inconclusa.
Sonrisa nunca advertida
helada sombra de gruta.
Existencia sin razón,
vidas sin olmos ni luna.
Lo hecho nada ha valido,
solo temores y angustias.
El amor está deforme
en lanquidez de la bruma,
el canto ya es canto sordo,
sin matices y sin música.
¿Para qué vivir así
si mis cantos no se escuchan?
¿De qué sirve llorar
si yo he tenido la culpa?
martes, 26 de octubre de 2010
Alaska
Una luz a lo lejos
En lo personal no me siento atraída por las personas y sus tradiciones, la verdad es que me enferman. No entiendo cómo es posible que después de tantos años se siga celebrando algo tan mundano como esto.
Sí, lo sé. Honran a sus antepasados y todo eso, pero ¿cómo saben si de verdad lo hacen por pura rutina? Todo eso de poner la ofrenda para los difuntos, no se me hace lógico. Es decir, si yo estuviera muerta, no me gustaría que me pusieran todas esas cosas en una mesa para que después se las terminen comiendo. Lo único que haría ese hecho es enfadarme en mi frío lecho de muerte. Se supone que ya estoy muerta, ¿no? Para qué ponerle comida a un espectro. ¿Qué, a poco esperan que de verdad se les aparezca y comience a tragar todos los dulces y panes de la mesa? Te aseguro que cuando pase eso, a todos les dará un susto tan grande, que se darán cuenta de la estupidez que han estado haciendo todos esos años.
En fin, todo comenzó ese día tan raro, donde el aroma del ambiente era de tequila y azúcar. Una muy extraña combinación, pero bueno, las calles estaban llenas de restos de flores de cempasúchil y la gente, apresurada, acomodaba lo último de sus ofrendas. Se estaban preparando para cuando la gente llegase a observar cada una de ellas. Se me hacía aburrido todo eso de ir de casa en casa viendo fotografías viejas y sólo por la intención de ir a comer algo de lo que habían guisado las señoras durante toda la mañana y parte de la tarde. Qué hipocresía! Esa gente me deprime.
Pero volviendo al tema de las ofrendas, estaba esta señora que había puesto su mesa fuera de su casa, bastante humilde para ser sincera. Entonces yo me acerqué a la anciana mujer y ella me ofreció un plato con un pan de muerto y un vaso de chocolate. Por un momento, sentí paz. El semblante de la mujer, en contraste con el cariño que le dedicó a su altar y el sabor de la comida digna de esta tierra, me hizo sentir como en casa. Observé la vela que colocó al lado de la fotografía de su marido muerto. Luego, se apagó.
viernes, 22 de octubre de 2010
En trance mortal
martes, 12 de octubre de 2010
Soplidos
Palabras...
Nacen al ser pronunciadas,
Y mueren al mismo tiempo.
Sonidos, símbolos que pueden halagar
De igual manera que pueden destruir.
Transforman una insípida idea
En una imagen de mil sabores.
Se esfuman cual polvo de hadas en el bosque,
Pero hay unas que se impregnan
Como el olor de un buen cigarro en la ropa.
viernes, 8 de octubre de 2010
Azul
Querido...
Profecía del 2067
jueves, 7 de octubre de 2010
Vino de Magnolias
Cuenta la luna, que me pidió que divulgara, la historia de una mujer cuyo conocimiento, no salía más allá del horizonte. Se llamaba Rubí.
Pocos sabían de ella, pero la luna, la conocía mejor de lo que creía. Decía que salía de su casa a tomar el té en una mesita de madera carcomida; ella siempre elegante, como si esperara a alguien en especial.
Los lunes colocaba una cruz muy extraña fuera de su puerta, pues creía que eso asustaba a los corredores de bienes raíces. ¿Por qué? No tengo idea. Algunos creen que era porque no le gustaba el protocolo de plática que llevaban.
Pero había algo más peculiar en Rubí, y sucedía los miércoles. Las personas la veían pasar por las calles del mercado con prendas negras al estilo del siglo pasado, con un ramo de flores junto con una botella de vino y una copa.
Las mujeres no le calculaban más de treinta y sin embargo, suponían que iba a visitar a su esposo difunto al panteón. Otras no creían que fuera viuda, es más, no imaginaban siquiera que se hubiese casado, a pesar de su extraña belleza que algunos afirmaban. Otros suponían que iba a tomar fuerzas demoníacas porque la tachaban de hereje por tener una gata negra siempre fuera de su puerta. Los niños decían que iba a ofrecerle vino a los muertos para pasar el rato, ya que no tenía amigos.
La verdad era que Rubí le iba a dejar flores y vino a un hombre que en un tiempo atrás era un escritor. Iba todos los miércoles del mes. La oscura razón por la que la bella Rubí se vestía de luto a dejarle flores y licor a Ernesto, su (ex) tutor de literatura, era porque una semana antes de fallecer, le había prometido que la próxima sesión de literatura le traería su libro de vuelta; un libro que Rubí le había prestado meses atrás.
¡Ay Rubí! Tan materialista; no se le ocurrió jamás que Ernesto la amaba, por su peculiaridad en la escritura y su risa graciosa que sonaba ronca. Pero Rubí no suponía más de el que su simple tutor de literatura, cuyo deber era el de instruirla.
No conocía el amor; no conocía el dolor. Solamente sabía que debía regresar en algún momento, pues nadie duerme para siempre.
-Pero, ¿por qué en el cementerio?, ¿qué no es obvio que ahí habitan los muertos? – pregunté.
Pues es que hace tiempo el Padre Eugenio le había dicho que era el momento de que comenzara su descanso en el cementerio. Entonces Rubí creyó que Ernesto no demoraría mucho, sin embargo, veía que todos vestían de negro en ese lugar y traían flores que colocaban en aquellas piedras, entonces los imitó, y además trajo consigo vino, supongo que para ser original. Desde entonces, Rubí va a visitar la tumba de Ernesto cada miércoles, siempre esperando que por fin le devuelva su libro, mientras que por su ingenua cabeza jamás pasara la palabra matrimonio.
martes, 5 de octubre de 2010
Amanecer
Me provoca calor. Los rojos con los amarillos se juntan en el medio dando un tono naranja como el del árbol de naranjas de la vecina de al lado.
Excusas, excusas...
viernes, 1 de octubre de 2010
Jacaranda
Obstáculo es placer
miércoles, 29 de septiembre de 2010
El pan está servido
Hace mucho tiempo vivía un hombre llamado Pedro Alonso Núñez que decían que era un hombre avaro y sin sentimientos. Era un hombre con un pasado oscuro y un eterno odio a todo ser viviente que se le cruzara en su camino; nadie sabía por qué.
Una noche de octubre, cuando la luna sufrió una fase extraña que jamás se había visto en la historia de la Tierra, la ciudad completa se llenó de polvo lunar que se esparció por el planeta. Esto hizo que los espectros del inframundo se saliesen de sus tumbas furiosos.
Tenían que hacer algo para poder liberarse y regresar a su acogedor infierno de mil flamas, pero necesitaban un sacrificio humano. Entonces decidieron entre los humanos a uno al que pudieran sacrificar. Necesitaban a alguien que no les importara perder al resto de los humanos.
Ese alguien, era Pedro. ¿Por qué? Muy simple, a él le daba igual lo que le sucediera, estaba seco y vacío; le parecía indiferente la idea de morir o vivir. Ser humano era sólo una fase sin importancia para Pedro Alonso.
Como a todos los demonios y espectros les pareció buena alternativa, fueron con el Dios del Universo, el que controla toda la actividad en el plano dimensional de la Vía Láctea a ofrecerle su sacrificio humano con tal de que les devolvieran su precioso infierno de nuevo.
Dios les dijo que debían sacrificar a Pedro transformándolo en aquella masa de almidón blanco que los seres humanos suelen comer en las comidas, pues ya estaba harto de escuchar sus escandalosos alaridos cada vez que era tiempo de cortarlos con el cuchillo. Al fin y al cabo, Pedro no sentía nada, y pensó que un simple y vil cuchillo no sería una molestia para él.
Los demonios lo transformaron, y desde ese instante, Pedro Alonso Núñez, sería la nueva imagen de la masa de almidón blanco, a la que Dios llamó PAN por las iniciales de Pedro.
Gracias a esto, los panes de las generaciones siguientes heredaron tal insensibilidad que ya nunca más se escuchó de que un pan haya gritado de dolor al pasar por el un cuchillo a la hora del almuerzo.
Diario de una sombrilla
Ninlil
martes, 28 de septiembre de 2010
La culpa sabía a miel
La Pequeña Serenata Nocturna
La infancia
viernes, 24 de septiembre de 2010
Funeral a Salvador
Su piel gélida y perfecta había sido tallada por Jeohvah mismo con el agua sagrada que portaba en su copa que había sido congelada años atrás.
De cabello rizado y ojos amarillos como de felino salvaje y una sonrisa que incluso envidiaba Afrodita, Salvador era mi ángel, amigo y consejero.
Sus alas imponentes, llenas de poder en cada aleteo, me hacían sentir que era un guerrero enviado por Gabriel.
Su piel traslúcida, perfecta. Me asustaba tocarlo por temor a romperle. Pero bajo esa capa de hielo, había un alma firme y llena de color.
Pero tanta cualidad no fue suficiente para mis temores contra los que luchaba. Ya habían sido demasiadas pesadillas desde el verano pasado, y yo ya sabía que no duraría mucho. Y una noche, pasó. Me encontraba sudando frío, de nuevo por la pesadilla nocturna, pero en esta ocasión, despierté y ví a Salvador en pedazos. Mi ángel estaba roto.
Todas mis esperanzas de volver a ser feliz, repartidas en cada trozo de hielo de mi cuarto. Los junté todos, pero al tocarlos, se derritieron en pequeñas gotas que ascendían en espiral de nuevo al Edén y regresaban a aquella copa de donde había salido.
Todo había acabado. Me senté a llorar sin consuelo y a lo lejos se escuchaba Greensleeves en mi cajita musical. La canción que tarareaba para mí desde que era pequeña.