miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ninlil

Si el sol perdona a las nubes, ¿por qué ellas no han de perdonarme a mi?
No suelo causar grandes cosas cuando estoy de buen humor. Me paseo ligeramente a través de las dimensiones de este universo. Algunas veces causando placer a aquellos humanos agotados después de haber pasado un momento de bochorno bajo el sol.
Todo es más ligero acá arriba, aunque hay veces que los tiempos me hacen viajar a diferentes velocidades según el lugar donde esté flotando.
Madre Naturaleza me indica cuándo y dónde debo estar, y qué tan fuerte he de soplar. Pero hay veces en que la corriente es tan fluida que yo misma se hacia qué dirección ir. Incluso suelo viajar en círculos interminables que me causan, en lo personal, mucha diversión. Huracán, me llaman.
En los lugares más solos he de estar, donde solo mi silbido resuene entre el silencio. Aunque sea solo una brisa corta.
Es como estar desnuda bailando entre la gente, pasando por los rincones más escondidos. Un escurridizo movimiento que orienta a los más sabios. Una pequeña señal de que todavía se puede volar.

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