martes, 5 de octubre de 2010

Excusas, excusas...

Alejandro ya se había hartado de escucharme y comenzó a evitarme hace unos días. Le había contado todo acerca de ella, mi amada, mi musa... desde el primer instante que me miró en la entrada de la escuela, cuando me fue a preguntar hacia dónde eran su salón de matemáticas, hasta la última tarde que nos cruzamos por la biblioteca y me sonrió porque se había tropezado con una botella de plástico hace dos días.

Gabriela se había vuelto mi primer pensamiento por la mañana y el último de la noche; no sacaba su apariencia esbelta y uniforme de curvas bien formadas y de piel bronceada, que al contraste con sus dientes, blancos como la nieve, resaltaba su color dorado cuando se acercaba al sol. Su olor inconfundible, su risa y su voz aguda como la de una niña de doce, se habían vuelto un método de localización instantánea en el momento que estaba cerca.

Muchas veces intenté hacer conversación con ella, preguntarle cómo está, decirle lo hermosa que lucía con su peinado repetido... cualquier cosa que se me viniera a la cabeza en ese momento, pero sabía muy bien que al momento que quisiera decírselo, no iba a poder hacerlo, pues con tan solo verla, mi voz se hacía débil y las únicas palabras que salían de mi, eran las frases comunes de cortesía.

Intenté hacerme amigo de sus amigas, pregunté acerca de ella a sus profesores, traté de investigar en dónde se encontraba y a qué horas para "casualmente" encontrarme con ella y nos saludáramos... pero eso no era suficiente para mi.

Hablé de esto con mis amigos, a los que ya tenía hartos. Me decían que fuera por ella, pero siempre tenía excusas para no atreverme de una vez. Muchas veces intentaron animarme con decirme que había varios muchachos detrás de ella aparte de mi, pero me inundaba un miedo terrible del rechazo voraz de una dulce mujercita que me inspiraba tanto amor y ternura con una mirada.

Mi tiempo se agota, y mis esperanzas con él. Ensayé durante días una conversación imaginaria que tuve con mi hermana, y me siento cada vez más listo para dar el golpe final: declararle mi amor el día de su cumpleaños. Ya me veo a mi mismo diciéndole lo mucho que espero que me acepte, de lo mucho que la deseo todas las noches junto a mi... pero aún falta un poco, mientras tanto, seguiré ensayando.

1 comentario:

  1. ME parece interesante desde un principio, es la vida de un enamorado adolescente del siglo XXI, creo que todos deberiamos volver a la antigua: ensayar frente al espejo.

    ResponderEliminar