sábado, 9 de abril de 2011

Monólogo de una esquizofrénica

Los fantasmas aún me persiguen.

Pero los he dejado atrás a que se distraigan con las falsas alucinaciones que yo misma les he creado.

Ellos me dicen que estoy mal, pero los ignoro. Los ignoro por un rato, porque luego llega el rencor a mis entrañas y me invaden los bruscos colapsos de egoísmo y agonía que conlleva el revivirlo.

Se dice que las arañas han tejido su nido de recuerdos con las lágrimas de sus poseedores, pero la verdad es que con tanto pudor que existe en las arenas de mi olvido, que ya no quedan rastro de recuerdos ni de mis demonios internos.

La paz sublime que radica en el estandarte de mis sueños, deja un olor a rancio por el tiempo y a amargo por la falta de cariño e importancia. Sin embargo aún queda rastro del olor a frambuesa que mi abuelo tanto apetecía al preguntarme si las pesadillas se habían desvanecido.

Una vez me atreví a contarle aquél sueño con el que me volví sucia y demente. Fue en ese sueño donde conocí a mi amante, que desde entonces deja cartas perfumadas debajo de mi almohada cada noche de luna nueva; siempre en blanco.

Mi madre, después de aquello, comenzó a preguntarme acerca de mis ratos en silencio. Me preguntaba si escuchaba las voces, si veía las sombras, si olía las súplicas; pero yo la odiaba. La odiaba porque siempre prefería escuchar las patéticas explicaciones del señor con gafas; ése hombre que creía conocerme como a su reflejo en el cristal mágico. Siempre decía lo mismo: que debo seguir ingiriendo las fichas bicolores que hacen que mis ojos se vuelvan pesados y el color de la vida se torne borroso y con garabatos que me destruyen la cabeza con un taladro.

Pero él no me puede salvar, ni sus fichas mágicas (del demonio diría yo). Nada me puede salvar. Yo he sido condenada por mil ángeles, y mi destino está escrito desde que el mundo conoce las canciones. Ni la gota sagrada de sangre de Zeus, ni las lágrimas malditas de Satán me quitarán el augurio que está tatuado en mi piel desde que tengo memoria. Pero, un momento; memoria ya no queda en mis adentros.

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